El Dr. Jekyll y Mr. Yo…

Mentiría si dijera que no, pero de vez en cuando me da por mirarme al espejo. No para preguntarle «¿quién es el más bello del mundo?» sino para ver en el reflejo de mis ojos más allá. Mirarme por dentro e intentar encontrar a ese doctor Jekyll que llevo dentro y que hace que de vez en cuando sea menos yo mismo. Menos Hyde quiero decir. Porque, soy Mr. Hyde.

O quién sabe, tal vez no haya nada que ver en mí y solo sea un Hyde sin Jekyll. Como una moneda con una sola cara.

No me acuerdo de las ocasiones en las que me he encontrado devolviéndome la mirada a mí mismo y he pensado: joder, o no hay nada o está demasiado profundo ya… insalvable.

Iluso de mí.

Cada vez que me pasa eso me pregunto si es eso verdad. Puede que esté profundo mi querido Dr. Jekyll pero haberlo tiene que haberlo. Si no no tendría sentido pensar en su (in)existencia. Sino no sería capaz de ansiarlo a él; soñaría con él.

Alicia no está detrás del espejo. Detrás del espejo solo hay una imagen irreal de mi mismo. Irreal pero perfectamente nítida, pues si yo permanezco impertérrito el Hyde del espejo sonríe, con esa media sonrisa suya, pues sabe que ahí estoy yo intentando hacerle el boca a boca a un moribundo Jekyll. Cuanto más pasamos cara a cara más alto se ríe. Al final siempre me acaba contagiando la risa…

Dejamos de buscar monstruos debajo de la cama cuando nos damos cuenta de que en realidad los tenemos dentro.

Espera… ¿Dentro o fuera?. Supongo que para Hyde, Jekyll es el peor monstruo posible. Aquel que esposará sus más oscuras intenciones para silenciar con la mordaza de Hannibal Lecter esa risa de payaso loco suya.

Sí. Todos tenemos nuestros monstruos. Unos luchan con ellos mientras otros los abrazan como si fueran ese gran amigo al que hace tanto que no ven.

Para cada Jekyll hay un Hyde, y viceversa.

Imagino que os ocurrirá igual. Supongo que no seré el único que se mira en su espejito mágico.

Elegir a J o a H… Todo lo bueno que ofrece el uno frente a lo bien que funcionas con el otro (no diré quién hace qué). Cada cual que elija. Yo la verdad es que prefiero un Jekyll&Hyde con hielos agitado, no mezclado; por favor.

Resoplando frente al espejo logro empañarlo en ocasiones, acallo las carcajadas de ese gran amigo, y aflora como una llama recién nacida un hálito de vida que termina de nublar aquella imagen distorsionada y de mezquina sonrisa. Al poco se disipa el vaho y la imagen que devuelve el frío cristal sigue sonriendo, pero esta vez no tiene nada que ver, es una sonrisa grande, cálida, cariñosa, y hasta orgullosa. Los Jekyll necesitan una salida para poder superar al Hyde. Pues Hyde es fuerte y se acaba apoderando de uno, casi a veces hasta sin remedio. Cada uno que encuentre su veneno antihydes o antijekylls.

Tiene razón ese que dijo: no somos uno solo cada uno de nosotros, sino verdaderamente, dos.

A lo mejor no somos solo dos cada uno de nosotros. Quizá seamos uno para cada situación, para cada persona, para cada día. Quizá y solo quizá nos vendría mejor ser uno y solo uno… ¿No?

Deja un comentario